En medio de las muchas dificultades que se me han presentado, Dios siempre me recordaba que era él quien tenia el control de mi vida; sin embargo, yo no podía comprenderlo, en cierta forma porque no conocía verdaderamente quién era Dios. Es decir, tenía una lejana percepción de él, un conocimiento muy religioso, pero jamás había creado algún lazo íntimo que me permitiera conocerle más a profundidad. No fue así hasta el día en que tomé la decisión de hacerlo. No deseaba comprobar empíricamente la existencia de un Creador inteligente con exhaustivas pruebas científicas ni deseaba tener una experiencia sobrenatural y religiosa, sino anhelaba algo más profundo y genuino: Deseaba conocer las profundidades del carácter y el corazón de un AMIGO.
Conocerle fue un proceso que duró varios años, y algunas veces no lograba comprender mucho, pero en medio de las incertidumbres, contradicciones, fracasos, temores y dudas, pude vislumbrar más el corazón de Dios con la luz que él me ofrece a través de su palabra. Un pasaje bíblico que me mostró esa verdad fue Oseas 2:14 "Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón."
Los desiertos son circunstancias que nos resultan agobiantes, hasta imposibles, situaciones que probablemente no le encontraremos una salida inmediata; son momentos en donde la impotencia nos embarga.
Es allí, en los "desiertos", donde muchas veces Dios se muestra más. Y una razón del por qué sucede esto es porque son en esos momentos de vulnerabilidad en los que estamos más sensibles a escuchar su voz y a conocerle. No encontramos salidas accesibles a nuestros problemas y es ahí donde angustiados corremos hacia aquel que nos atrae y nos espera pacientemente, en nuestro estado más sensible, para abrirte también su corazón y hablarte lo que necesitas escuchar: Esto no es la solución a tu problema, tu confusión, tus dudas, tus fracasos o tus temores, NO! Lo que necesitas escuchar es QUIÉN ES ÉL, y eso es suficiente para saber que TODO ESTARÁ BAJO CONTROL.
La pausa en tu desierto es ese silencio que te incomoda, pero es necesario que lo experimentes, para empezar a escuchar la voz apacible de Dios.